Merrick
este no es el miedo
es la palabra miedo
un ojo me basta
un ojo
y el mundo
comes
de este miedo
comes
de esta criatura
llamada piedad
en mitad de la noche
me abrazo al cuerpo
la dentellada de la tierra
en el ojo del cordero
yo soy el ojo
yo soy el cordero.
me han puesto en una pequeña habitación
sin ventanas
desde aquí puedo oír la risa de la multitud
que se amontona delante de mi puerta
dementes
en mitad de ésta noche abisal
mis deformidades causan pánico
los niños y las mujeres apenas
pueden permanecer frente a mí
algunos;
-valientes o estúpidos, no lo sé-
se acercan a tocar mi cuerpo
-sus manos y su compasión me dan asco-
detrás de ésta risa,
de las deformidades de la cruz
detrás de este escarnio
toda la ciudad está dormida
no hay un sólo hueco en ésta habitación
por donde la luz del sol entre a secarme las llagas
imito el aullido de cacería de los lobos
las deformidades me dan el aspecto de la fiera
que rompe a dentelladas el cántaro y su lengua
que la noche de Londres sea rápida
mientras tanto:
-corro desnudo en medio de los bosques rojos-
he construido y reconstruido el templo
que se levanta frente a mi ventana
pienso en los fieles
sus rodillas rebanadas por la fe
la sangre pegada a la tierra
por la devoción y la fiebre
la ceguera no sólo está en mis ojos
he construido y reconstruido una réplica del templo
-por asco y compasión-
la grulla sobre la piedra de la charca atrapa
al pez insignificante que respira
fuera del agua un pequeño dios hambriento
detrás de este encierro suena
el oboe bruto de los fieles
comen de un cuerpo muerto
ni los clavos ni la lanza
los alejan del festín
me arrodillo y me burlo;
- si sólo comieran una vez de mi cuerpo-
por las rendijas de la habitación entra agua clara
a borbotones bendice la sangre y los excrementos
apenas puedo caminar hasta la cama
mis ojos ven en el fondo de las cuencas
un bosque rojo lleno de animales histéricos
sueño con días soleados en pastizales
en el centro de una ronda que gira
bajo las lenguas rojas de los sauces
El corazón de la ira me pertenece
el temblor de mis manos
es solo mío
los ojos revueltos por la penumbra
en la noche iridiscente de los corderos
no soy el siervo
sino el amo
al cielo clavado
por la piedad de las criaturas
quién, sino un salvaje
recibe la corona y la cruz
mi costado izquierdo es repulsivo
todos mis huesos están repartidos de manera irregular
me cuesta hablar y maldecir
nadie desea tanto la muerte