
Instalación incomprensible
en el ala norte de una galería de arte en Londres
en la pradera donde
el artista inglés ha situado el simulacro
de asesinato, con pomposas y circulares
luces, similares a la de los letrerillos añejos
de los moteles de las road movies
allí, en el interior del simulacro
dice.
There will be no miracles here.
más bien un destello una luz temblando en la hendidura,
un aletargado relámpago un árbol rojo que arde en silencio.
No habrá milagros ni luces de bengala –lo sabemos-
y ese terco pesimismo nos intoxica de un modo aterrador.
Como si de pronto el veneno de la certidumbre
hubiese alcanzado un lugar más profundo.
Estamos tirados en la cama,
escuchando los nocturnos de chopin,
con pastillas y pisco sour en el velador.
Con ganas de que una granada nos estalle en la cabeza.
Tal vez, solo tal vez, exista un día soleado cruzado
por una refrescante brisa, mientras camino con tranquilidad
hacia el lugar en donde el destello del charco de orina se vuelve brillante y afilado.
Un puñal de orina. Una daga amarilla subiendo, hasta la retina y el iris.
There will be
un artista inglés que curiosamente
ha hecho una parodia de las sociedades latinoamericanas.
Sin proponerselo siquiera. Balbuceando.
Con las luces rojas ordenadas en un enorme cuadro empotrado en una pradera.
Probablemente la campiña inglesa.
y dentro del cuadro
dos actores simulan una y otra vez
el asesinato de uno de ellos
usando un globo terráqueo de juguete
There will be
un pejerrey seco bajo el sol repetido de la baldosa.
Habrá un diminuto gallo de la pasión que avanza con sigilo y altivez.
Habrá una secreta esperanza. Una lengua desgajada abierta como un lirio.
Un buey almizclero. Un feliz degollamiento.
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