
Cinco Comarcas
Abdomen de pez
Aquello rasgando desde la palma
el pulgar atorado al vértice y el surco
que corta el henchido tallo. Principio.
Trozo de agua. Pulpa. Raíz abultada del tacto.
Joven Mercader
A la medialuna mordida por la piel
el circulo convexo y los acantilados. Rodean.
el manto transparente donde el agua
va y regresa a la luminosa caverna.
La sangre nace y tiembla bajo el domo.
Vestigio donde habita la serpiente.
Primero la carne. Primero la carne.
Mar de la sangre
Extenuada. Caliente.
Al amparo del granito y la arteria
que inunda el enorme páramo.
Tendón. Astilla. Partícula de partículas.
Fuego, tizón, roca que marcha. Escalda aquella
brasa sanguínea que abomino.
Reunión de antepasados
El cardo erguido en el cruce
de la magnífica contienda
sobrevive el nudo de la vertiente.
Barrena el fuego. Restablece.
Curva del estanque.
El fango invisible, luego
de la curva que explora
el cartílago y el vientre
allí, donde el agua escarba,
un trozo de espacio que no existe.
La huida precede el sueño del pescador.
Montañas Kuen Loun
Al final de la depresión
se levanta el observatorio
el iris del hueso, vigilando
el guijarro que cercano
evita el lugar donde
la nieve lo ha cubierto todo.
Puerta del mutismo.
Vuelve la tierra a la comisura
hacia el silencio y la quijada.
El afán de la lengua. Su lanza.
Palacio celeste
El agua que tributa
en las escalas del palacio
un carnero para el sacrificio.
Entre la cuenca y el abismo.
La meseta del buey. Su fuerza.
La mandíbula allí. Lentamente.
Tritura la hierba que crece en el estanque.
Vaso celeste
Viene y va, desde el centro. Cercando
el campo quemado y el olivo
oscuro donde cuelga la colmena.
Cinco comarcas
Descuelga el nudo hacia el triángulo
de la iracunda colina.
Trepa. Hincha. Retrocede
hacia el desfiladero y huyendo
el destello de la caravana.
Fuente burbujeante
El electrificado sendero eriza
la cuerda que tensa el caballo
desde la silenciosa hendidura.
Un sonido que recorre
El carcaj afilado del ave.
Valle iluminado
Se ramifica la piedra en el declive
del vigor descalzo del caminante.
En la altura donde el viento
posa una garra y duerme.
Curso de Agua
Un rasguño que en la rompiente alcanza
el breve tambor blanco del joven nenúfar. Quieto.
En la orilla tranquila que precede al bosque.
Calle de los alfareros
Inclinado. Terco el índice sobre la arcilla.
La estampida que dobla la gruta. Moldeando.
La colmena que arde. La ciénaga. El Enebro.
Corona suntuosa
A la brecha que abre el fuego. Desciende.
El joven mamífero de colmillos.
Sobre el musgo y alerta
del estruendo de la gruta
que acoge al labriego.
Refugio del viento
Anclado al espacio, cuelga de la raíz
un inmaterial sofoco, luz que escurre
desde el hueco y orada el estrépito
del silencio inmóvil del junco y el oso.
Una caverna tras el laberinto
donde las dagas se hunden
en el corazón del extenuado muchacho.
Pantano joven
Cubre el limo, el vestigio
próximo a la piel azul de la salamandra.
Leve temblor de la carne y las ciruelas.
Cuatro sacrilegios
En la víspera del breve trance
La grulla cruza el fuego. Arde.
Máquina terrestre
Un óvalo que abraza
la intensa forma. Cercado.
Por la tierra y el mecanismo
la gruta donde precipita
el sonido que escampa
luego del continuo escarmiento
de la carne nueva sobre la tierra.
Se inclina para llorar
Uno a la piedra y la monotonía
de la brasa del penitente
que la fe del surco conduce
hacia el altar y sus escombros.
Abre el relieve del agua
la vertiente azul que circunda
la colina del saltamontes.
Puerta del Oído
La ballesta que defiende el cerco
humea el campo, breve el fuego
que entrelaza el zumbido del diente.
Un manantial. El orificio de la semilla
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